lunes, 19 de abril de 2010

Guns n`Roses en Quito
















“Guns n’ Roses” en Ecuador
Jueves santo y Viernes santo, días benditos, días inusuales y místicos. Días de religión, días de rock…
Más de 22.000 personas, en su mayoría jóvenes, formaron una serpenteante fila en las inmediaciones del Estadio Olímpico Atahualpa en Quito. Los llamados al ritual de la diversidad sonora caminaron en medio de la algarabía. Jóvenes con una fuerte convicción musical esperaron en “trance” por más de 10 horas a sus estrellas favoritas del rock-punk: Guns n’ Roses.
Los alrededores del Estadio Atahualpa permitieron ritualizar una clase particular de evento: cerveza, música, filas, charla y arrebato. Mientras se esperaba, la expectativa crecía, hasta llegadas las 17h00 horas, cuando al fin se abrieron los accesos.
Todos esperaban ansiosos a la banda más controversial entre las décadas de los 80’s y 90’s: “Guns n’ Roses”, la mítica banda norteamericana atrajo la atención nacional con su nuevo álbum “Chinese democracy”. Periodistas, publicistas, abogados, estudiantes y un sinnúmero de aficionados de todo el país se dieron cita para reescribir una historia diferente, una semana santa diversa, espectacular y contradictoria, este 01 y 02 de abril en Quito.
Mientras miles de jóvenes conversaban eufóricos, encendían sus reproductores, chateaban, llamaban, en fin se “distraían”, Juan Carlos Ganchala, bombero y Jefe del operativo pensaba incesante en otras ideas. Él necesita un impecable equipo de trabajo: overol, cuerdas, casco, máscara antigás, arneses, mosquetones, etc. Una vez listo para la acción, el Subteniente Ganchala maneja de prisa la unidad móvil, pero de pronto, su sonrisa cotidiana se pierde mientras le reportan por radio dos accidentes graves de tránsito en Cumbayá, donde hay un muerto y cinco heridos, no puede detener su marcha, debe cumplir con la ciudadanía. Al llegar al estadio con notoria atención y valentía les recuerda a sus colaboradores del Cuerpo de Bomberos su tarea, distribución y responsabilidades.
Juan Carlos ingresa apresurado al estadio, necesita verificar ciertos aspectos técnicos: instalaciones eléctricas, juegos pirotécnicos, señalécticas, vías de evacuación, etc. Todo debe estar listo para dar seguridad a los miles de asistentes del concierto antes de que empiece el masivo evento.
Entre tanto, los espectadores ingresan, las ambulancias se dispersan en los alrededores, los paramédicos, policías, bomberos, rescatistas, coordinadores y organizadores intentan dar orden en medio de la música del caos. Así inicia el show como un ritual solemne.
La prisa por ingresar se manifiesta en los pasos raudos de los chicos, hay que ganar puesto, no se puede perder el inicio, “debemos llegar primeros”. Así, al arribar a “Black Box”, las modelos publicitaban diversos productos: galletas, licores, medicamentos para el hígado, ofertas de televisión pagada, etc. Incluso el piso está recubierto por una extensa alfombra gris colocada sobre el césped de la cancha, donde algunos agotados romeros llegaron y esperaron impacientes.
Un 60 por ciento del estadio estuvo cubierto por la ola de admiradores, todos estaban algo agotados después de esperar varias horas a sus bandas favoritas… Se calcula que asistieron más de 22.000 espectadores.
De pronto oscurece y con la noche líquida inicia la música de Viuda Negra, banda ecuatoriana con un estilo único que despertó el escenario de manera afable.
Después, otra banda argentinizada intentaba reanimar al público con su estilo pop-rock, aunque en medio del festival, sus voces melodiosas y de romance perecieron. Pero, pasadas las 21h00 las cámaras de humo arrojaron un telón de misterio, las luces rojas tenues y el azul claroscuro anunciaban a “Sebastian Bach”, por supuesto no esperábamos el concierto para violín en Mi mayor, pero sí, a la banda extranjera con su letra apremiante y acordes de heavy. El ánimo y resplandor de esta banda puso por primera vez de pie al público asistente. Después de casi una hora de show, la perecible música se perdió en un ritmo frenético. Mientras todo marchaba de maravilla, el vocalista de Bach se cayó en el escenario, se levantó algo molesto, aunque nadie le insinuó mofa, en fin, el espectáculo debía continuar…
Mientras las horas transcurrían como un eco alado, los Bomberos atendían a dos chicas víctimas de la histeria, la gente respetó el orden y las muchachas fueron atendidas oportunamente.
Sobre el escenario cientos de técnicos arreglaban un mar de conexiones, disparaban las luces, probaban el audio, y al final esta actitud cansó al público. Iniciaron los gritos, aplausos, silbidos y aullidos usuales, que permitieron notar la ardua impaciencia de los asistentes.
La intranquilidad reinaba en el “Cajón Negro”, para entretenerse algunos usuarios disfrutaban de un licor clandestino de $ 20 USD, aunque la misma bebida costaba un dólar en los exteriores. Venían más impulsadoras, promocionaban galletas de varias aerolíneas y en minutos se les vaciaron las cajas. Mientras esto sucedía, se escuchaba el susurro acuciante de la gente apostada en los alrededores, quienes no reunieron su cuota de $160 USD para ingresar al área VIP, por lo cual, tuvieron que contentarse con escuchar los alaridos de los vocalistas desde lejos. Con la publicidad hipnótica y la estridente música de fondo transcurrió una hora de espera…
De pronto, el escenario se iluminó con un show de fuego, luces, juegos pirotécnicos, irreverencia, letras violentas, románticas y sobre todo buen manejo acústico: Axl Rose, vocalista de Guns n’ Roses, algo subido de peso y con una voz más gruesa, saludó al Ecuador con su pringosa música. La melodía alborotadora y rítmica puso a corear y brincar a los participantes con sus grandes éxitos: “Bienvenidos a la selva” (Welcome to the Jungle), “Ciudad paraíso” (Paradise city), “Lluvia de Noviembre” (November rain), entre otros temas celebérrimos, que hicieron de este megaconcierto un espectáculo inolvidable.
Después de casi dos horas y media de presentación, Axl cambió su atuendo por más de diez ocasiones, incluso los no-rockeros estaban felices. Las llamas en el escenario y las constantes explosiones provocaban temor y a la vez alegría en un espectáculo que lamentablemente se dedicó, por otro lado, a la élite nacional y a una cultura extranjera.
Cuando terminó el concierto, eran las 02h36 del viernes santo, la gente pidió y rogó a la banda que no abandone Quito, pero todo llega a su fin. Sin embargo, nos sorprendimos alegremente por dos razones: a) No hubo heridos, ni muertos, ni asfixiados, ni enfermos graves atendidos por el benemérito Cuerpo de Bomberos, sólo se atendieron diez pacientes con dolores leves y b) La mayor parte del público salió completamente satisfecha con un espectáculo digno de ser analizado justo cuando la semana santa llegaba a su clímax…

lunes, 5 de abril de 2010

“Guns n’ Roses” en Ecuador





FOTOGRAFÍAS: RENATO BAQUERO OSORIO 01 ABRIL DEL 2010

































“Guns n’ Roses” en Ecuador




Jueves santo y Viernes santo, días benditos, días inusuales y místicos. Días de religión, días de rock…
Más de 22.000 personas, en su mayoría jóvenes, formaron una serpenteante fila en las inmediaciones del Estadio Olímpico Atahualpa en Quito. Los llamados al ritual de la diversidad sonora caminaron en medio de la algarabía. Jóvenes con una fuerte convicción musical esperaron en “trance” por más de 10 horas a sus estrellas favoritas del rock-punk: Guns n’ Roses.
Los alrededores del Estadio Atahualpa permitieron ritualizar una clase particular de evento: cerveza, música, filas, charla y arrebato. Mientras se esperaba, la expectativa crecía, hasta llegadas las 17h00 horas, cuando al fin se abrieron los accesos.
Todos esperaban ansiosos a la banda más controversial entre las décadas de los 80’s y 90’s: “Guns n’ Roses”, la mítica banda norteamericana atrajo la atención nacional con su nuevo álbum “Chinese democracy”. Periodistas, publicistas, abogados, estudiantes y un sinnúmero de aficionados de todo el país se dieron cita para reescribir una historia diferente, una semana santa diversa, espectacular y contradictoria, este 01 y 02 de abril en Quito.
Mientras miles de jóvenes conversaban eufóricos, encendían sus reproductores, chateaban, llamaban, en fin se “distraían”, Juan Carlos Ganchala, bombero y Jefe del operativo pensaba incesante en otras ideas. Él necesita un impecable equipo de trabajo: overol, cuerdas, casco, máscara antigás, arneses, mosquetones, etc. Una vez listo para la acción, el Subteniente Ganchala maneja de prisa la unidad móvil, pero de pronto, su sonrisa cotidiana se pierde mientras le reportan por radio dos accidentes graves de tránsito en Cumbayá, donde hay un muerto y cinco heridos, no puede detener su marcha, debe cumplir con la ciudadanía. Al llegar al estadio con notoria atención y valentía les recuerda a sus colaboradores del Cuerpo de Bomberos su tarea, distribución y responsabilidades.
Juan Carlos ingresa apresurado al estadio, necesita verificar ciertos aspectos técnicos: instalaciones eléctricas, juegos pirotécnicos, señalécticas, vías de evacuación, etc. Todo debe estar listo para dar seguridad a los miles de asistentes del concierto antes de que empiece el masivo evento.
Entre tanto, los espectadores ingresan, las ambulancias se dispersan en los alrededores, los paramédicos, policías, bomberos, rescatistas, coordinadores y organizadores intentan dar orden en medio de la música del caos. Así inicia el show como un ritual solemne.
La prisa por ingresar se manifiesta en los pasos raudos de los chicos, hay que ganar puesto, no se puede perder el inicio, “debemos llegar primeros”. Así, al arribar a “Black Box”, las modelos publicitaban diversos productos: galletas, licores, medicamentos para el hígado, ofertas de televisión pagada, etc. Incluso el piso está recubierto por una extensa alfombra gris colocada sobre el césped de la cancha, donde algunos agotados romeros llegaron y esperaron impacientes.
Un 60 por ciento del estadio estuvo cubierto por la ola de admiradores, todos estaban algo agotados después de esperar varias horas a sus bandas favoritas… Se calcula que asistieron más de 22.000 espectadores.
De pronto oscurece y con la noche líquida inicia la música de Viuda Negra, banda ecuatoriana con un estilo único que despertó el escenario de manera afable.
Después, otra banda argentinizada intentaba reanimar al público con su estilo pop-rock, aunque en medio del festival, sus voces melodiosas y de romance perecieron. Pero, pasadas las 21h00 las cámaras de humo arrojaron un telón de misterio, las luces rojas tenues y el azul claroscuro anunciaban a “Sebastian Bach”, por supuesto no esperábamos el concierto para violín en Mi mayor, pero sí, a la banda extranjera con su letra apremiante y acordes de heavy. El ánimo y resplandor de esta banda puso por primera vez de pie al público asistente. Después de casi una hora de show, la perecible música se perdió en un ritmo frenético. Mientras todo marchaba de maravilla, el vocalista de Bach se cayó en el escenario, se levantó algo molesto, aunque nadie le insinuó mofa, en fin, el espectáculo debía continuar…
Mientras las horas transcurrían como un eco alado, los Bomberos atendían a dos chicas víctimas de la histeria, la gente respetó el orden y las muchachas fueron atendidas oportunamente.
Sobre el escenario cientos de técnicos arreglaban un mar de conexiones, disparaban las luces, probaban el audio, y al final esta actitud cansó al público. Iniciaron los gritos, aplausos, silbidos y aullidos usuales, que permitieron notar la ardua impaciencia de los asistentes.
La intranquilidad reinaba en el “Cajón Negro”, para entretenerse algunos usuarios disfrutaban de un licor clandestino de $ 20 USD, aunque la misma bebida costaba un dólar en los exteriores. Venían más impulsadoras, promocionaban galletas de varias aerolíneas y en minutos se les vaciaron las cajas. Mientras esto sucedía, se escuchaba el susurro acuciante de la gente apostada en los alrededores, quienes no reunieron su cuota de $160 USD para ingresar al área VIP, por lo cual, tuvieron que contentarse con escuchar los alaridos de los vocalistas desde lejos. Con la publicidad hipnótica y la estridente música de fondo transcurrió una hora de espera…
De pronto, el escenario se iluminó con un show de fuego, luces, juegos pirotécnicos, irreverencia, letras violentas, románticas y sobre todo buen manejo acústico: Axl Rose, vocalista de Guns n’ Roses, algo subido de peso y con una voz más gruesa, saludó al Ecuador con su pringosa música. La melodía alborotadora y rítmica puso a corear y brincar a los participantes con sus grandes éxitos: “Bienvenidos a la selva” (Welcome to the Jungle), “Ciudad paraíso” (Paradise city), “Lluvia de Noviembre” (November rain), entre otros temas celebérrimos, que hicieron de este megaconcierto un espectáculo inolvidable.
Después de casi dos horas y media de presentación, Axl cambió su atuendo por más de diez ocasiones, incluso los no-rockeros estaban felices. Las llamas en el escenario y las constantes explosiones provocaban temor y a la vez alegría en un espectáculo que lamentablemente se dedicó, por otro lado, a la élite nacional y a una cultura extranjera.
Cuando terminó el concierto, eran las 02h36 del viernes santo, la gente pidió y rogó a la banda que no abandone Quito, pero todo llega a su fin. Sin embargo, nos sorprendimos alegremente por dos razones: a) No hubo heridos, ni muertos, ni asfixiados, ni enfermos graves atendidos por el benemérito Cuerpo de Bomberos, sólo se atendieron diez pacientes con dolores leves y b) La mayor parte del público salió completamente satisfecha con un espectáculo digno de ser analizado justo cuando la semana santa llegaba a su clímax…